Decir que en 1951, Gustaf Hakansson ganó la carrera de bicicletas más larga que ha habido en Suecia, sería simplificar la cosa demasiado. Porque fueron las circunstancias en las que ganó, las que lo convirtieron en el ídolo de todo un país, conociendolo con el sobrenombre del Superabuelo.
“Vuelva a su casa y a su mecedora”, le dijeron los jueces a Gustaf, conductor de camiones de 66 años, cuando trato de alistarse para la carrera, “su edad excede en 26 años, la máxima permitida”.
La carrera exigiría grandes esfuerzos de parte de los competidores. La vía que debían recorrer se extendía casi a lo largo de toda Suecia, desde Haparanda, muy cerca del Círculo Artico, hasta el sur en Ystad, la ciudad más meridional del país. Una distancia total de 1760 kilómetros.
El periódico Stock-Holms, promovió el evento, ofreciendo el gran premio de 5000 coronas. Previno a los ciclistas que no entraran en la prueba a no ser que estuviesen en perfecto estado físico. Entre más de 1000 atletas que se presentaron los jueces escogieron a 50 de ellos. Estos fueron transportados en tren a Haparanda, allí permanecerían varios días, hasta el inicio de la gran carrera.
Pero nadie ofreció pagarle el pasaje a Gustaf Hakansson, y así, el montó en su bicicleta e hizo en ella el viaje de 1600 kilómetros a Haparanda. Poco después que partieron los 50 atletas, Gustaf partió con su propia carrera privada. Su equipo consistía en una bolsa de lona para agua, un impermeable, y un contador de kilómetros. Como los jueces no le habían asignado número, se puso un enorme diez en el pecho. Los jueces podían excluirlo de la carrera, pero no podían prohibirle el uso de las vías públicas.
Los periódicos no descubrieron a Gustaf hasta después de haber recorrido 160 kilómetros. Un reportero situado en el pueblo de Lutea, vió pasar velozmente, a un tipo estilo Papá Noel, con pantalones cortos. El reportero saco una fotografía y mandó la noticia a su periódico. “Un superabuelo iba delante en la carrera”.
Durante siete días la portentosa hazaña de este camionero de 66 años, fue portada de todos los diarios internacionales. A medida que avanzaba hacia el sur, recibía los ánimos de multitudes de gente que se agolpaban a lo largo del trayecto. Los fotógrafos de películas, los reporteros, los comentadores de radio, todos apuntaban todo movimiento y toda palabra del osado participante maduro.
Al fin de cada día de marcha los 50 jóvenes atletas, tenían una noche de descanso, pero el superabuelo pedaleó tres días y tres noches sin pegar ojo. Cuando paró por primera vez para descansar, quedó satisfecho con un sueñecito de tres horas en un banco de una estación de policía. Luego volvió a su bicicleta y prosiguió su marcha. No aceptó comidas regulares, pero aceptaba café, bollos y fresas de sus admiradores que le ofrecían por los lugares que pasaba.
Durante su marcha hacia el sur en la carrera, el periódico Dagens Nyheter, le pidió que le escribiera una crónica diaria. El superabuelo aceptó. Tenía tiempo para hacerlo pues les llevaba muchísimas horas de ventaja a los otros competidores. Entre pueblo y pueblo, se sentaba en la yerba, sacaba su libreta del bolsillo y escribía sus apuntes.
Cuando llegó a Soderhamn, en la mitad de la carrera, consintió al fin, por consejo de la policía, que le hicieran un reconocimiento médico. Los facultativos, lo hallaron en perfecto estado de salud, con el pulso y el corazón enteramente normales y sin señal alguna de agotamiento. Podría haber avanzado con mayor rapidez si hubiera tenido automóviles que le despejaran la vía, como los tenían los otros competidores. A menudo tubo que atajar entre camiones y automóviles.
Seis días, 14 horas y 20 minutos después de su partida, y 24 horas antes que su inmediato seguidor, cruzó la meta de la carrera. En el camino había dormido tan sólo diez horas. En Ystad, miles de espectadores le hicieron un gran recibimiento. La banda del servicio de bomberos tocó marchas triunfales, y la multitud casi lo ahoga bajo una lluvia de flores.
Naturalmente, el superabuelo no recibió el gran premio de 5000 coronas, pero los fabricantes de bicicletas, motocicletas y automóviles, le pagaron una pequeña fortuna por el derecho de usar su nombre y su fotografía en sus anuncios.
En 1959 montó en su bicicleta Hakansson para visitar los lugares sagrados. Su último ciclo de viajes que hizo después de haber alcanzado la edad de 100 años. Murió casi a los 105 años. Su cuerpo se encuentra enterrado en el cementerio Kvistfla.
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