
Parece una historia de terror, un cuento salido de la retorcida mente de un escritor de ficción. Sin embargo, es real:
Ilko Todorov, un niño búlgaro de siete años, era encadenado como un perro cada mañana, antes de que sus padres fueran a trabajar. La cadena era atada a uno de sus pies y le permitía moverse sólo unos pocos metros. Sus padres justificaron esto diciendo que no tenían dinero suficiente como para pagar a alguien que lo cuidara. Le dejaban algo de pan y agua para que comiera.
Todo eso terminó cuando los vecinos llamaron a la policía al escuchar los gritos del niño, quien fue llevado a un hogar provisional. Sus padres, Ilija y Marija enfrentarán cargos judiciales y es poco probable que recuperen a su hijo (o la libertad) por lo menos en algunos años.
Por el momento, Ilko se encuentra bien y ha dicho:
“Estoy feliz aquí; extraño a mi mamá, pero no a mi padre”.
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